sábado, 7 de noviembre de 2009

23 - Septimio Severo

- Hablemos de tu padre - le dije a Claudio al inicio de una nueva sesión
- Mi padre?
- Sí, contame de él, cómo se llama? Que edad tiene? A qué se dedica? Cómo es tu relación con él? Has mencionado que era exigente con vos. Comentalo.
- Se llama Raúl, tiene sesenta y un años de edad, es abogado, tiene un estudio en Tribunales, es muy conocido en ese ambiente. Se casó a los 28 años con mi madre, Laura. Ella falleció hace siete años, cáncer de útero. Tuvieron tres hijos, yo soy el primero, después vienen Marcela y Roberto. Él es una de esas personas que no aceptan grises, es blanco o negro, sí o no. De preferencia, debía ser un "Sí"... es de esas personas que no aceptan un "No" por respuesta, al menos, de sus hijos.
- Y de tu madre? aceptaba los "No" de tu madre?
- Nunca la escuché a mi mamá decirle un "No" a mi padre. Ella era... muy sumisa con respecto a él.
- Entiendo. Y ustedes? Eran sumisos a su voluntad también?
- Sí - responde luego de unos segundos - Mi padre era muy estricto con nosotros. La más leve falta se castigaba. Podíamos quedarnos sin postre, sin ver la tele por periodos de uno a tres días, o nos podía dar algún libro de su biblioteca e indicarnos que le hiciéramos un resumen de un determinado capítulo.
- Libros?
- Sí, clásicos. Por ejemplo, a los nueve años me dijo que le resumiera en dos carillas, un capítulo de "Los diálogos" de Platón
- Platón a los nueve años? Que habías hecho para merecer ese castigo?
- Sí. No entendía nada de lo que leía. Odié a Platón desde ese momento. No recuerdo bien por qué causa fue que me castigó. Creo que fue por que había salido a jugar y llegué tarde para cenar. Sí, por eso fue. Estaban todos en la mesa sentados y yo llegué de fútbol, todo sucio. El padre de un amigo nos había llevado a tomar un helado por que habíamos jugado bien y por eso llegué tarde a cenar.
- No intentaste explicar que no fue por culpa tuya?
- No. Con mi padre no valía la pena intentar darle explicaciones. No las aceptaba. Cada uno de nosotros conocía sus obligaciones y debía cumplirlas. Era muy severo con quien quebraba alguna de las normas de la casa.
- Muy severo... - le repito, para afirmar sus dichos
- Y muy exigente también. Los domingos cuando tenía seis años, me llamaba al estudio, me daba el diario y me hacia leérselo en voz alta, él me había enseñado a leer, y cuando le leía el diario me corregía los errores. Recuerdo también que a los cuatro o cinco años, cuando tenía ganas de hacer pis, entraba conmigo al baño, y verificaba que levantara la tapa del inodoro y que no fuera a salpicar ni una gota afuera. Si salpicaba debía tomar papel higiénico y limpiar el piso, además de recibir el castigo correspondiente.
- Los golpeaba?
- Rara vez. No hacía falta. - esboza una sonrisa- Sus castigos eran por demás severos. Mi hermano Roberto, el menor, sí cobró varias veces, él era el más travieso y rebelde, digamos. Luego la rebelde de la casa fue Marcela.
- Que tipo de rebeldía?
- Roberto, de chico, no hacía mucho caso a las reglas de mi padre. Era un poco caprichoso además. Hasta que un día, cuando él tenía diez años, lo llevó a una escuela de karate y lo inscribió allí. Al poco tiempo, le dio indicaciones al instructor de que lo hiciera pelear con los chicos de doce y catorce años, lo cagaban a golpes, pobre. Roberto vino un día a verme llorando, no quería ir más a karate. Le di dos consejos: primero, que obedeciera siempre a papá, no importara lo que éste le indicara hacer y para evitar ir a karate, que le dijera que tenía ganas de ser abogado como él, y que le prestara algunos libros para ir leyendo, eso iba a hacer que mi padre se olvidara de karate y lo formara para abogado. Que eligiera el mal menor.
- Y lo hizo?
- Sí. De entrada le dio un libro enorme de Introducción al derecho para que leyera y a las dos semanas papá decidió que Roberto dejara karate.
- Tu hermano es abogado?
- No. Empezó la carrera, pero abandonó al poco tiempo. Nunca quiso ser abogado - se ríe Claudio
- Y tu hermana, Marcela se llamaba?
- Sí, Marcela. Como entre ella y yo no hay dos años de diferencia, digamos que fue formada a la par mío. Los sábados nos daban de tarea estudiar a alguno de los emperadores romanos, desde Cesar Augusto en adelante. Nos asignaba a cada uno un emperador y debíamos durante la semana investigar sobre él, para rendir la lección el sábado siguiente. De allí salió el apodo de papá.
- Cual era?
- Septimio Severo. Nos causo gracia ese nombre, y desde allí en privado lo llamábamos Septimio.
- Entiendo la analogía con el nombre. Dijiste que Marcela fue después la rebelde de la casa?
- Sí, a partir de los quince años, mi padre no quería que ella fuera a las fiestas de quince de sus amigas, ni que saliera de noche. Por lo que en secreto se puso de novia con un pibe de su escuela. A los dieciséis quedó embarazada. Mi padre casi tiene un infarto cuando se enteró. La sacamos de la casa con mi madre y la llevamos a lo de mi tía Elba, una de las hermanas de mi madre. Por que mi padre la mataba. Recién la perdonó para el bautizo de mi sobrino, Gerardo, pero si bien se hablan, Marcela nunca regresó a la casa de mis padres, se quedó a vivir un tiempo en lo de mi tía y a los años terminó la escuela y se casó.
- Debe haber sido una etapa complicada en tu casa en esa época.
- Sí, yo empezaba la facultad y trataba de estar el menor tiempo posible en casa. Roberto sufría leyendo libros de derecho. Fueron años tristes.
- Decime, y tu madre, a todo esto, que papel cumplía?
- Ella se limitaba a tratar de que estemos de punta en blanco y de que mi padre no se enojara con nosotros o con ella. Para las fiestas, o cuando habían invitados en casa, nos seleccionaba la ropa y después, como en el ejercito, nos pasaba revista para ver que no hubiera ningún detalle que lamentar. Cuando venía gente a casa, papá nos llamaba de a uno y nos hacía saludar a las visitas, casi siempre nos indicaba que hiciéramos algo que demostrara nuestros avances en la escuela. Que habláramos en inglés con él, que recitemos de memoria los presidentes de este siglo, cosas así, eramos como trofeos para mostrar.
- Tu madre por lo que has dicho nunca discutía a tu padre. El a ella?
- Sí, obvio. Cuando nos castigaba por algo, inmediatamente se la agarraba con ella. Le decía -Laura, no ves que estas maleducando a este muchacho- por ejemplo. varias veces oí como él la gritaba, quería defenderla, pero no sabía que hacer. - se lamenta
- Llorabas cuando eras pequeño?
- No. Nunca lloré. Me contenía. Era una de las reglas de la casa. Nunca un llanto. Aunque no lo crea, la primera vez que me permití llorar, fue hace unos meses, en el funeral de Sofía.
- Has notado - le pregunte - que en todo este diálogo, en ningún momento dijiste que tu padre te pidiera algo? Siempre dijiste que él "les indicaba" lo que debían hacer.
- Es que así fue. Mi padre nunca pedía, siempre indicaba.
- Es llamativo lo internalizado que tenés ese hecho, y que tantos años después de tu infancia y adolescencia no puedas permitirte ni siquiera pensar que tu padre pueda pedirte algo. Dejemos hoy acá. para nuestra siguiente reunión vamos a usar una técnica de la Gestalt que se llama psicodrama. Creo que puede ser beneficioso para que puedas externalizar ciertas cosas de la relación con tu padre.

Me levanté y acompañé a Claudio hasta la puerta. De regreso a mi silla fui recordando los detalles de la infancia y adolescencia que acababa de relatarme, y de la particular relación que mantuvo con sus padres.