sábado, 17 de octubre de 2009

9 - Quitenme las arañas de encima!

Susana estaba de buen humor esa tarde de sábado. Volvía de la peluquería, donde le habían hecho un bonito peinado. Esa noche tenía la fiesta de fin de año de la empresa y ella había decretado que esa noche iba a divertirse. Hacía 5 años que no iba a una fiesta. Ni a casamientos, ni a despedidas de año ni a reuniones de ningún tipo. Hoy eso iba a cambiar. Iría a la fiesta, comería bien, bailaría mucho y se tomaría unos ricos tragos gratis, a expensas de la empresa.

Había elegido ponerse el vestido largo color turquesa que sólo usó para el casamiento de Alicia, la sobrina de Adolfo.
- Cuanto tiempo había pasado? Seis, siete años? Ni me acuerdo - pensó

El recordar esa fiesta la hizo pensar en Adolfo, a quien imaginaba en ese momento caminando por la costanera de Vicente Lopez de la mano de la pendeja que ahora era su mujer.

- Basta Susana - se dijo a sí misma - No dejes que ese idiota y la chiruzita te amarguen la noche.

Fue hasta la cocina, tomo la botella de 100 Pipers que tenía guardada como reserva y se sirvió un vaso doble de whisky con hielo. Regreso con el vaso a su habitación y continuó vistiéndose.

Llegó puntual a la fiesta y ya en la recepción dio cuenta de 3 copas de vino tinto y de un par de cocktails con jugo de naranja que estaban muy ricos. Durante la cena, Susana siguió consumiendo grandes cantidades de vino, por lo que a la hora del brindis, casi ya no podía tenerse en pie. Era un espectáculo patético verla trastabillar una y otra vez mientras pasaba saludando entre las mesas con una copa de vino en una mano y la botella en la otra.

Su estado de ebriedad no la detuvo al momento en que empezó el baile y al compás del carnaval carioca se prendió para hacer el trencito. No completó dos vueltas a la pista. En medio del jolgorio de sus compañeros de trabajo, Susana, la amargada de Compras, como la llamaban en secreto, se cayó al piso y perdió el conocimiento. Tuvieron que retirarla de la fiesta en ambulancia rumbo a un sanatorio debido a que presentaba un severo cuadro de intoxicación y coma alcohólico.

Los médicos de la guardia, al ver los elevados niveles de alcohol en los resultados de su análisis de sangre, indicaron que debería quedarse internada por lo menos durante cinco días, a efectos de completar una desintoxicación.

Mientras tanto en la empresa donde ella trabajaba habían reemplazado su apodo. Dejó de ser "la amargada de Compras", para pasar a ser "la alcohólica de Compras".

Durante la tercer noche de su internación, Susana empezó a sufrir los efectos de la abstinencia a la bebida. Desde niña había sentido aversión a las arañas. El simple hecho de ver una araña a Susana le generaba una sensación de terror. Esa noche, se despertó sobresaltada, sentía cientos de leves pinchazitos en las piernas. Encendió la luz de la habitación, se destapó para verse las piernas y para su terror encontró que tenia cientos de pequeñas arañas cubriéndole ambas piernas y que estas iban subiendo por sus piernas en forma lenta pero inexorable.

El alarido de Susana sobresaltó a las enfermeras del turno noche y despertó a más de un paciente de las habitaciones cercanas. Susana apareció a los gritos en el pasillo del sanatorio arrastrando el sachet con la solución fisiólogica que aún tenía conectada a la vena del brazo y sacudiéndose las imaginarias arañas de las piernas. Luego, empezó una loca carrera por el mismo pasillo escapando de las arañas que venían siguiéndola.

No hubo forma de convencerla de regresar a su habitación, por lo que debieron ubicarla transitoriamente en otro cuarto. Tampoco hubo forma que volviera a conciliar el sueño esa noche. No bien pasaban cinco minutos desde que se dormía para que se despertase sobresaltada por las arañas que volvían a perseguirla.

Al día siguiente la visitó el psiquiatra del sanatorio, el cual le diagnóstico un severo síndrome de abstinencia etílica y la derivó para que continúe su internación en una clínica psiquiátrica.

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