domingo, 25 de octubre de 2009

18 - Que hijos de puta!

Inesperadamente me llega un mensaje de Gabriel pidiendo verme, hago algunos ajustes a mi agenda de trabajo y decido tener con él una sesión especial. Cuando llega se lo ve triste.

- Hola Gabriel. Que te ocurre?
- Hola. Pedí verlo porque me siento muy mal, desconsolado
- Porqué te sentís así, explicame
- Tiene que ver con el tema de mi vocación religiosa. He vuelto a hacer mis oraciones diarias. - me informa - El rosario, el angelus, el examen de conciencia, la meditación. Pero no siento que Dios me escuche. Antes, cuando estaba en la obra sentía la presencia de Cristo en esos instantes de oración, sentía que dialogaba con él; no en el sentido de hablar como lo hacemos usted y yo ahora, sino en un sentido místico - se explica - sentir regocijo en el alma cuando uno se abría a Él, es la forma en que Cristo se comunica con nosotros. Hace dos días que practicamente me he pasado todo el tiempo libre, de rodillas rezando el rosario, y no he vuelto a sentir ese regocijo. Como que nadie me responde.
- Esa imposibilidad de comunicarte te genera... - hago una pausa esperando una respuesta que no aparece y continúo dándole una ayuda- ...ansiedad, dolor, pesar?
- Pesar sería la palabra más adecuada. Siento que tal vez Dios realmente tenía al sacerdocio como parte de su plan divino para mí y que con mis pecados y mi negativa a abrazar la vocación sacerdotal de alguna forma le he fallado y por eso me pasó todo lo demás, una suerte de castigo divino.
- Un Dios que castiga? - le pregunto
- Un Dios que es justo, perdona y castiga, de acuerdo a la gravedad de nuestras faltas. Pienso que Él puso pruebas en mi camino, y yo no estuve a la altura de las mismas, le fallé siempre, y Él siempre me perdonó, salvo cuando le fallé en la mayor prueba, un sacrificio máximo, abrazar el sacerdocio; al fallarle en esa prueba le demostré lo débil que soy. Y ya no hubo más perdones, al contrario, me castigó.


Es evidente que los años dentro del Opus Dei han dejado una marca profunda en su manera de pensar y su discurso hoy difiere del de nuestra última sesión. Antes era un joven conflictuado por su sexualidad irresuelta, hoy en cambio, se presenta ante mí el numerario del Opus Dei con toda la catequesis a cuestas, alguien que requería el perdón divino. Una suerte de retroceso.

- Como fue que llegaste a ser parte del Opus Dei, me interesa saber eso
- Fue cuando tenía catorce años. Al igual que mis hermanos, a esa edad empecé a ir al CUDES cerca de casa. El CUDES es el mayor centro del Opus Dei en la Argentina, y allí los sábados se reunía el club Cinco Ríos, para los varones menores de 18 años. Participábamos de charlas de catequesis, campamentos, partidos de fútbol, era divertido.
- Jugabas al fútbol; te gustaba? - le pregunto
- Sí, juego. Me gusta mucho. Bueno, durante cuatro años participé de las actividades del club y luego a los dieciocho, empecé a ir a las meditaciones para jóvenes y universitarios. Estas eran los sábados a la noche, se cantaba en latín, se hacía una meditación sobre un pasaje de la biblia y se rendía culto al santísimo - sigue explicándose - era una experiencia mística muy fuerte.
- Pero hasta ese momento eras un participante más de estas actividades, aun no te habías vuelto un miembro activo del Opus Dei, o sí?
- No, hasta ese momento era un simple participante como usted dice. En la obra los llamamos Cooperadores. Personas que sin ser de la obra colaboran o participan de sus actividades.
- Y el cambio de categoría, por que lo realizaste?
- Estaba en una etapa conflictiva en mi vida. Mis deseos relacionados con el sexo... es decir, mi atracción hacia otros chicos me generaba angustia. Intenté ponerme de novio con un par de chicas, pero duré con ellas menos que un suspiro. Cuando estábamos a solas con alguna chica, sentía que eso no era lo mío, me sentía como un pez afuera del agua. En cambio, después, durante mis encuentros con Juan, las cosas fueron muy diferentes, como que hacía las cosas naturalmente. Me sentía feliz, pero a la vez me sentía en falta. Que hacía algo malo, algo prohibido.
- Sólo habías estado con Juan y con el primer muchacho, el de la pileta, cuando ingresaste como numerario al Opus Dei, es así?

- Sí. No. No exactamente.
- Explicate por favor.
- Luego del evento de la pileta con ese pibe, intenté repetir esos juegos con algún otro pibe, pero no se me presentaba la oportunidad, salvo un verano, cuando tenía dieciséis años, en que invitado por Luis, un compero del colegio y mi mejor amigo hasta esa fecha, pasé un par de semanas en su casa de Cariló.
- Que pasó en esa oportunidad?
- Dormíamos los dos en su habitación. Cada uno en su cama. Como hacía calor, de noche dormíamos solo con ropa interior. Una noche me desperté, lo vi dormido y quise tocarlo. Me acerqué a su cama, me arrodillé, levanté la sábana y metí mi mano por el agujero de su boxer hasta tocarlo. El corazón lo tenía a mil, recuerdo. Como no estaba despierto, no se excitaba, pero logré sacar su pene fuera del boxer, y en ese momento quise probar su sabor.


Se detiene. Noto por su rostro que recordar este evento le ha causado gran impacto. Se lo ve sonrojado, avergonzado tal vez de haberme confesado su secreto. Espero a que se recupere y continúe.

- Y entonces?
- Nada. Al rato regresé a mi cama y me masturbé. Luis ni cuenta se dio esa noche.
- Hubo otras?
- Una más. La segunda noche fue casi un calco de la primera, pero Luis se despertó mientras yo lo tocaba. Simulé que había ido a despertarlo por que había sentido ruidos en la casa. Se durmió, pero al día siguiente, casi no me hablaba. Algo sospechaba. Inventé cualquier excusa frente a sus papás y me regrese a Buenos Aires en colectivo; Durante todo ese viaje me la pase llorando, preguntándome y preguntándole a Dios porque yo era diferente a los demás? Me prometí a mi mismo no volver a hacer nada similar para no exponerme delante de nadie. - Noto que algunas lágrimas recorren sus mejillas y espero a que se recomponga.


- Esa semana fui al CUDES y pedí hablar con el padre Guillermo, nuestro confesor. Le dije lo que me pasaba y confesé lo que había hecho el día de la pileta y en la casa de Luis. Me sentí muy aliviado después de hacerlo. Fue la única vez que confesé esas cosas. Lo de Juan nunca se lo dije a un cura, solo se lo dije a usted, acá.
- Y tu ingreso al Opus Dei luego de eso, como devino?
- En casa el ambiente respecto a mi falta de novia se ponía complicado. Un par de veces escuche hablar a mi mamá con una tía y con un par de amigas de que le llamaba la atención que no me hubiese puesto de novio aún, como el resto de mis hermanos. Un día mi hermano Facundo entre broma y broma me dijo -no habrás salido puto vos, no?- Volví a replantearme el hecho de por qué era diferente y a pedirle perdón a Dios por mis pecados.
- Continuá por favor.
- Fui a una reunión del Opus Dei donde se tocaba el tema vocacional, y donde se hablaba de buscar la santidad a través de las obras cotidianas dentro o fuera de la Obra. Me pareció que, si yo entraba a la Obra, en casa nadie se haría planteos respecto a mi sexualidad y que viviendo en una casa del Opus Dei estaría libre de esas tentaciones. Al estar más cerca de Dios, Él me ayudaría a evitarlas. Por dos semanas hablé con varios amigos míos, numerarios, mayores que yo sobre la posibilidad de entrar al Opus y luego pedí mi admisión. En casa, no podría decir que se alegraron con la noticia, pero se los notaba aliviados, como si temiesen lo peor de mí, es decir, que fuera homosexual.

- Pero estando dentro del Opus Dei, seguiste teniendo relaciones sexuales con otros muchachos, o no?
- Sí, esporádicas. Es muy duro vencer a la tentación. El demonio conoce nuestros puntos débiles y esta dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar un alma. - hace un silencio largo, como si estuviera revisando lo que acaba de decir.

- Sabe algo? Esa frase -el demonio conoce nuestros puntos débiles y esta dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar un alma- nos la repetían siempre en las charlas de apostolado, los retiros y cursos anuales en la Obra. Decían que nosotros como soldados de Cristo que eramos, debíamos usar esas mismas armas a nuestro favor y hacer todo lo que fuera necesario para salvar un alma, traerla de vuelta a la senda de Cristo, hacer crecer la Obra. No será que...?
- Que cosa Gabriel?
- Luego que yo me confesé con el padre Guillermo, y le conté todo lo que hasta ese momento había hecho sexualmente, noté que, como que ponían mayor interés en mí, como que a partir de ese momento los numerarios de la Obra me insistían más que a los otros chicos en la posibilidad de ingresar al Opus Dei. Como que sabían que yo tenía una debilidad y la explotaron, podrá ser eso posible?
- No lo se. Pero lo importante acá no es lo que yo piense o crea, sino lo que vos creas.
- Será posible? Será por eso que me invitaban a tantas charlas vocacionales y de apostolado? Si el cura había informado internamente que yo a mis dieciséis años ya había tenido algunos juegos sexuales con otros varones, habrán usado eso para incorporarme? Será por eso que una vez que ingresé al Opus Dei me empezaron a seguir y así tomaron las fotos con las que me quisieron chantajear en lo de mis padres? Pueden haber llegado a tanto?
- No lo se...
- Claro... Estando dentro de la Obra, a veces, mi guía espiritual, el padre Félix me indicaba que tratara de hablar con tal o cual muchacho en los cuales él veía madera para ser un potencial numerario. Me incitaba a que hiciese apostolado sobre ellos, me daba pistas sobre como llegar a cada uno. Me decía por ejemplo que a tal persona le gustaban las actividades al aire libre y que por que no lo invitaba a que participe de algún campamento con los adolescentes, o que otro estaba desanimado por que había cortado con su novia y que sería bueno para él que lo animara a venir a algún retiro espiritual, para que su alma encontrara la paz del Señor. Así trabajan, hacen un trabajo muy fino. Que hijos de puta! Cuanta perversión! -exclamó y empezó a llorar.

Dejé a Gabriel llorando por unos minutos. Necesitaba desahogarse. Acaba de tomar conciencia del supuesto manejo que dentro del Opus Dei habían hecho de sus debilidades y esto le generaba nuevos conflictos que debería resolver. Me agradeció el haberle dedicado tiempo y haberlo escuchado. me dijo que se iba aliviado, me dio un abrazo cargado de gratitud.

- Gabriel - le dije antes de que se fuera - tené en cuenta que esto no ha sido una confesión. Acá no hemos absuelto ningún pecado, si es que hubo alguno. En todo caso esta charla ha servido para que vos te reencuentres con sucesos y actitudes que tuvieron fuerte impacto en las decisiones que has tomado en los últimos años.
- Soy consciente de eso - me dijo - Además, usted no lleva sotana... y felizmente yo tampoco. - Rió con una fuerte carcajada.

No hay comentarios: