domingo, 18 de octubre de 2009

11 - El temor a lo inmutable

Fernando llegó puntual. Caminaba y hablaba muy pausadamente, como consecuencia de los ansiolíticos que estaba consumiendo para contrarrestar la gran ansiedad que tenía. Se acomodó en el sillón delante mío, y se quedó esperando que yo iniciara el diálogo.

- Como estas hoy, Fernando?

- Sin ganas de nada - me contestó.
- Bueno, hagamos un esfuerzo, al menos un rato. Habíamos quedado en que prepararías una lista de las cosas que te dan miedo, te acordás?
- Sí. Pero no lo hice.
- Bueno, podemos hacerlo ahora. Decime que cosas te generan miedo? Lo que te venga a la cabeza.

Fernando quedó en silencio unos minutos mirando al piso. Es un paciente complicado, no es fácil trabajar con él. Tiene demasiadas corazas de protección. Es como una cebolla que hay que ir pelando, retirando una y otra capa. Por otra parte, descree de los beneficios de nuestras sesiones y por ende, su colaboración es casi nula.

- Supongo que a lo que todo el mundo teme - comienza - a la muerte, a la soledad, a la vejez
- No podría asegurar que "todo el mundo", como vos decís, comparta esos temores.
- Bueno, no se si todo el mundo, pero la mayoría creo que sí - se defiende
- Pero a vos, Fernando, de esos tres temores que nombraste, cual es el que más te preocupa hoy?
- Supongo que la soledad - contesta después de unos segundos - la posibilidad de la muerte es algo que siempre esta presente, y la vejez está lejos aún, por lo que por descarte sería la soledad - concluye

La psiquis de Fernando funciona así, siempre sacando conclusiones lógicas a través de razonamientos analíticos, yendo de lo particular a lo general. Supongo que debe ser producto de su formación profesional, como programador de computadoras.

- Y que es para vos la soledad? que significa?
- Ni mas ni menos la forma en que vengo viviendo. Estar solo. Sin novia. Sin amigos. No tener con quien irme de vacaciones, por ejemplo. Mis amigos - se contradice - hoy están todos casados o con sus novias y no da salir con ellos para ser hacer el papel de solterón del grupo. Las mujeres no me dan bola. Mi vida es una constante. Voy de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa. Casi no hablo con nadie, salvo en el trabajo y casi siempre por temas laborales.
- Una constante... - medito unos segundos - y no has pensado en introducir algún cambio que modifique el comportamiento de esa constante?
- Sí, lo he intentado, pero no logro hacerlo. Ya no se me ocurre ya nada, y lo peor es que últimamente, tengo temor de que sea incapaz de lograr algún cambio.
- Allí apareció otro temor - le dije - el temor a que una situación sea incapaz de ser modificada. Un temor a lo inmutable.
- Sí como cuando falleció mi abuela. Tenía seis años. No entendía por que no vería mas a la nona, lloraba de noche por que la extrañaba, vino mi vieja a la pieza y me explicó que ella también la extrañaba, pero que no se podía hacer nada, que la muerte era algo definitivo, era un estado que no se podía modificar.

Thánatos otra vez, pensé. Fernando asociaba profundamente la inmutabilidad con la muerte. Se veía a si mismo en una situación imposible de cambiar, por lo tanto, para su psiquis, de alguna forma él había muerto. Se razonamiento lo llevaba a imaginarse como una suerte de zombie, un muerto en vida. Decidí contrarrestar su presencia.

- Hablame de tu vida sexual - le dije
- Mi vida sexual en que sentido?
- Sos activo sexualmente? Con que frecuencia tenés relaciones? Son placenteras? Que tipo de sexo te gusta mas, un sexo con muchos mimos o sin caricias? Papel dominante o dominado?
- Prefiero el sexo con mimos. Me encanta que la mina me acaricie y me bese. En la cama soy mas bien dominante, aunque sin llegar al sexo sado
- La mina - le hago ver - porque la llamas así?
- Por que sí. Pocas veces recuerdo sus nombres, y la mayoría de las veces se los cambian. Hoy se llama Marlenne pero tres semanas antes se llamaba Jennifer. Esas minas son así.
- Hablas de prostitutas?
- Sí, obvio licenciado. Nunca con un travieso - vuelve a la defensiva - pagaré, sí, pero por una minita. Ni chabones ni travesaños. Esa no me va.
- Bien, me queda claro eso. Nunca hiciste el amor con una chica que no sea prostituta?
- No - y pone cara de tristeza - Desde que debuté a los diecisiete años siempre lo hice pagando. Es que, como le dije, a mi las mujeres no me dan bola

Mentalmente tomo nota que Fernando divide al sexo opuesto en dos grupos, las prostitutas a las que denomina minas y las mujeres que son aquellas que a él, no le dan bola.

- Y con que frecuencia vas donde estas prostitutas?
- Depende del bolsillo - se sonríe - Por lo general cada 15 días.
- Debo inferir entonces, que para una persona de tu edad, no sos muy activo sexualmente.
- Me las arreglo sólo - se confiesa.
- Te masturbas? - le pregunto
- Sí, licenciado. Sino sabe como estaría... Me conecto en internet, busco páginas pornográficas o con cámaras en vivo y ahí nomas la sacudo.
- Y esto con que frecuencia?
- A diario. A la noche. Los fines de semana un poco más. Pero, no vaya a pensar que soy un pajero, por favor. Lo hago a modo de descarga a tierra. No me da el bolsillo para ir donde las minitas tan seguido. - vuelve a defenderse
- Y desde que edad te masturbas?
- Desde los trece - me contesta - cuando era pendejo sí era re-pajero, pero desde que la mojé por primera vez, descubrí que era solo un pasatiempo, es mas lindo colocarla - se ríe

Vamos bien, su humor mejora desde que tocamos el tema del sexo.

- Lo que pasa - me dice, luego de una pausa - es que no me puedo pasar la vida pajeandome. Tengo treinta años, licenciado, voy a seguir así hasta los cuarenta? Hasta los cincuenta? A pura manuela? Vio que hay cosas que no puedo cambiar.

Lo inmutable otra vez. Thánatos se impone sobre Eros, pienso. Es mejor dejarlo acá. Trataré de encargarle una actividad para encaminar nuestro siguiente encuentro.

- Fernando, para nuestra próxima reunión, quiero que trates de recordar detalles de tu vida a los trece años. A la edad en que descubriste el placer de la masturbación. Como eras? Que cosas te gustaba hacer? Que cosas no te gustaba hacer? Por favor, hacelo, creo que va a ser importante.

Me levanté del sillón y lo acompañé hasta la puerta



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